Mitad hombre, mitad máquina, todo policías. Esas palabras las leía el pequeño Ube en un videoclub que había en el camino de la escuela a casa, hasta el punto de llegar a obsesionarse un poco con la película, que no le dejaban ver porque era muy violenta.
Bueno, cuando llevas viendo cintas de acción de serie B desde los tres años hay pocas cosas que te impresionen. Claro que Robocop con diez años puede ser una de ellas. Probablemente sea, junto a Desafío Total y Depredador, de las cintas de acción comerciales más explícitas que puede haber en cuanto a violencia, y mira que los ochenta fueron grauitos en ese aspecto. Luego ya se irían abandonando las burradas hasta el punto de que es raro que se vea sangre cuando disparan los buenos. Quizá tanta sangre fuera una de las cosas que hacía que molasen tanto.
En fin, a lo que vamos. Que Robocop cuenta la historia de Alex Murphy, un policía de Detroit en un futuro distópico, que resulta brutalmente asesinado en un tiroteo. Como su cuerpo es propiedad de la corporación OCP, estos deciden usarlo para fabricar el arma definitiva: un androide que limpie las calles de la ciudad de criminales.
Aunque la historia en sí mola, lo que más me gustó siempre de Robocop fue su visión de un futuro frío, donde el mundo está en manos de grandes corporaciones, las calles en manos de criminales, y donde las personas son cada vez más egoistas y crueles. La serie de noticias y anuncios me gustaba especialmente.
Robocop es un clásico en su género, y si bien en su fue un éxito que engendraría dos secuelas, cómics, dos serie de tv y dos series de dibujos animados, últimamente anda algo olvidadilla. Aunque hay rumores de un remake dirigido por Darren Aronofsky (Requiem por un Sueño, La Fuente de la Vida, El Luchador).
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