Arrastrame al Infierno (2009)

Christine Brown trabaja un banco concediendo préstamos e hipotecas. Lleva una buena vida salvo por un pequeño detalle: al provenir de una granja los padres de su novio la menosprecian, así que necesita ascender lo antes posible. El puesto de subdirector de la sucursal le vendría de perlas, pero para conseguirlo primero necesita demostrar que es capaz de tomar decisiones difíciles. Y es precisamente una de esas decisiones la que debe tomar cuando una extraña anciana le pide un aplazamiento en el pago de su hipoteca. Una decisión que Christine se arrepentirá de haber tomado.

Arrástrame al Infierno (Drag Me to Hell) es la última película de Sam Raimi, que vuelve al género que le dio a conocer después del éxito de la saga de Spiderman. Supongo que aprovechando la finalización del típico contrato por tres películas, Raimi se toma un descansillo para dirigir su regreso al cine de terror más divertido y desenfadado.

Muy lejos del cine de terror más de moda actualmente (dominado por cintas de terror oscuro y con mensaje herederas del cine japonés, o bien por títulos que explotan el morbo de la violencia al estilo Saw) Raimi se arriesga con un título más propio del cine de terror de los ochenta: tipos con caretas, muchos sustos, efectos tirando a cutrillos y más de un golpe cómico. Y guarradas sin tino. Arrástrame al Infierno está llena de fluidos que salpican la pantalla (y a la protagonista) constantemente.

Lo mejor que se puede destacar de la película es que es muy divertida. Se aleja del cine que intenta hacer que el espectador lo pase mal durante hora y media. En su lugar, asusta, asquea, divierte y hace reír, al tiempo que cuando sales de la sala no tiene la sensación de haber participado en la tortura de nadie. Una película muy recomendable para todos los amantes del género hartos de ver siempre lo mismo en pantalla.